Gatos, canarios y ausencias

    

 

 

 Ayer me llamó una amiga desconsolada porque se le habia muerto el canario, ya sé que suena tópico, extrañó y hasta gracioso para algunos, Era un canario que la había acompañado durante diecisiete años de su vida. Me contó como lo encontró muerto en la jaula y como lo envolvió en un pañuelo de seda y lo llevó a enterrarlo al cementerio de los perros de Ceuta.
 
A mí me recordó a Cisne, mi gato, y releí lo que escribí hace algún tiempo:
 
Mañana hace una semana que no estás conmigo, y no ha habido día ni noche que no te echara terriblemente de menos. Al principio lloraba, callada, a solas, los demás notaban mis ojos enrojecidos y los parpados hinchados. Preguntaban o simplemente daban por supuesto que me dolía tu ausencia. Me quedaba ensimismada recordando tus pasos suaves, que llenaban toda la casa, tu manía de recibirme el primero, tu costumbre de trastear las bolsas de la compra,  tu manera de dormir conmigo ovillado a mi cadera, e incluso como nos acostumbramos los dos a compartir las siestas en el sofá, con el suave ronroneo de la tele que a ninguno de los dos nos interesaba. Y tu pasión por los espejos… quizás aprendiste como yo que los espejos nos desbaratan la soledad y creemos que si  estamos acompañados de imágenes propias éstas nos dan consuelo
 
Te gustaba el ordenador, pasarte horas arrullado por el tecleo constante de mis dedos, si te aburrías y querías un poco de atención sólo tenías que taparme la pantalla, para que yo parase y te diera un achuchón y cuatro mimos y siguiera, era tu manera de demostrar que estabas a mi lado. Cuántas veces te he leído lo que he  escrito en voz alta, y tú ponías atención. Conocías el timbre de mi voz para lo que realmente me interesaba, te quedabas inmóvil, bello, tranquilo poniendo todos los sentidos en mis palabras
 
Cuántas risas me has conocido, cuántas lágrimas. Cuánta desesperación y angustia No te gustaban mis cigarrillos, pero adorabas mi cocina, pronto aprendiste a esperar que se gestara el plato que inevitablemente acabarías probando. Trasteando siempre antes, dejándote amenazar por la cuchara de palo, oyéndome decirte: fuera”,  que me dejaras en paz con los pucheros…Nunca me hiciste mucho caso,  es cierto, pero sé que me quisiste, como yo a ti te he querido siempre. Aprendimos a entendernos las manías y respetarnos los tiempos y los espacios
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Sé que llorabas cuando yo no estaba, me lo han dicho, lo sé, y que esperabas en la ventana mi presencia. 
 
Viniste a mí unos Reyes Magos de manos de una amiga, y un seis de enero, quince años después  te fuiste para siempre, sin que yo pudiera aferrarte a la vida. Aún recuerdo el dolor, el mío, y la impotencia, la mía…acunándote  y hablándote dulcemente cuando no querías ni probar el agua. Te fuiste tranquilo entre  mis brazos, el veterinario comprobó que tu corazón ya no latía y yo empecé a llorar bajito mientras te mecía una y otra vez.
 
Tu vida había cumplido un ciclo, y habías muerto anciano, pero a mi me dejabas en la mitad, con tu terrible ausencia y más sola que nunca.”
 
 

 

3 Responses to Gatos, canarios y ausencias

  1. Milano dice:

    ¡Joder, África! Mi perro Trufo es así… No lo quiero ni pensar. Un besote.

  2. Africa Puente Cristo dice:

    Milano, mi gato antes de morir dejó preñada a una gata callejera que se negó a vivir conmigo pero me dejó a su cahorrita. Así que empecé a cuidar de la hija de mi gato, no la cuidaría muy bien porque me dió otra hembra.

    Así que al final, hija y nieta de mi gato. Como ves, la vida sigue , afortunadamente.
    Eso sí, nadie remplaza a nadie.

    Besos.

  3. […] quince años un gato atigrado, dulce, y especial acompañó mis días, Le pusimos Cisne porque entonces mi hijo le gustaba ver” Los caballeros del zodiaco” y se le […]

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