Cuba y Navidad

 

  Esta tarde tumbada en el sofá dormitando con la tele me han llegado anuncios de perfumes que prometen amor o pasión eternas, ofertas de langostinos congelados y de plástico más baratos que nunca, juguetes que hacen todo solos, y anuncios de turrón.

Sí, se acerca la Navidad inevitablemente.

A mi la Navidad me gusta, en sí, la idea de celebrar el cumpleaños de Jesús, montar el Belén  y recordar el olor a roscos y pestiños…Mi madre haciéndolos y yo, siendo niña,  pasándolos por  la miel o  el azúcar.

Me gusta cenar en familia, elegir un buen vino, tirarme horas cocinando y vestirme de gala esa noche, me gustan  las bromas familiares, las anécdotas de siempre y las risas. Pero la Navidad tambien tiene mucho de ausencias, y este año como el pasado mi hermano y su familia (su mujer, murciana de nacimiento,  militante ceutí,  y mis dos sobrinos mayores) no pueden estar con nosotros. Yo los volveré a echar terriblemente de menos.

Y como tampoco puedo embarcar a toda la familia y llevarlas hasta allï, pues las ausencias serán dolorosas.

Luego están las cenas: las cenas de trabajo, de asociaciones, de amigos, de cursos… empiezas cenando el cinco y llegas hasta el veinte con quilos de más y poco dinero. Y la ropa: ropa de cena de Navidad, evitando los brillos y dosificando el negro. Y las copas del después, en locales llenos a rebosar donde nos vemos todos los de Ceuta.

Así que en estas fechas cuando me preguntan qué quiero hacer en Navidad yo digo irme a Cuba, sí a Cuba, pero no buscando el turismo sexual, que para ese tipo de turismo no tienes que salir de la ciudad.

Simplemente pasar quince días en Cuba.

Me imagino la Nochevieja en una playa del Caribe, con un pareo,  descalza, comiendo langosta a la parrilla,  bebiendo mojitos y oyendo a Silvio interpretado por mulatos. El Paraíso tiene que ser asi, con calor y brisa marina.

Me imagino el año Nuevo paseando por la Habana Vieja y comiendo los aguacates más generosos que he visto nunca, plátanos fritos y bailando salsa. Dejándome llevar por la luz de una ciudad que habla mi lengua a miles de kilómetros de mi tierra.

Me imagino el color, y la vida estallando en cada esquina, asistir al milagro de un pueblo que renace a pesar de los salvadores.

No sería una Navidad Blanca, pero como alternativa está muy, pero que muy bien.